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miércoles, 30 de abril de 2025

Cuando siento que ya no me puede pasar nada...



Padre amado, hay días en los que me siento fuerte, invencible incluso. Días en los que todo parece ir tan bien que, sin darme cuenta, empiezo a confiar más en mí que en Ti. Me digo a mí mismo que estoy firme, que ya superé ciertas batallas, que “eso a mí no me pasaría”. Y en medio de esa seguridad aparente, dejo de vigilar, dejo de orar como antes, dejo de buscarte con la misma intensidad.

Pero tú, Señor, que conoces mi corazón mejor que nadie, sabes lo fácil que es tropezar cuando uno cree estar firme. Sabes que, en el fondo, sigo siendo tan humano como siempre. Que basta un mal pensamiento, una palabra mal dicha, un instante de orgullo o descuido, para que mi alma se resbale.

Hoy me acerco a ti con sinceridad, sin máscaras. No para aparentar que lo tengo todo bajo control, sino para decirte que te necesito. Te necesito en mis decisiones, en mis emociones, en mis reacciones. Te necesito en lo que digo, en lo que pienso, en lo que callo. Ayúdame a no confiar tanto en mi capacidad de “mantenerme firme”, sino en tu poder para sostenerme.

Enséñame a vivir alerta, pero no con miedo. A ser humilde, sin sentirme débil. A caminar confiado, pero nunca confiado en mí mismo. Enséñame a reconocer cada advertencia que pones en el camino y a escuchar con atención cuando tu Espíritu me susurra: “ten cuidado, no estás solo, pero tampoco eres invencible”.

Y si en algún momento caigo, que no me gane la culpa ni el orgullo. Que corra hacia ti con lágrimas sinceras y el corazón abierto. Que me levante no por mi fuerza, sino por tu misericordia. Porque tu gracia no se agota, y tus brazos siguen ahí, extendidos para los que reconocen que aún te necesitan.

Gracias por tu paciencia. Gracias por amarme incluso cuando olvido que soy polvo. Gracias por recordarme, una y otra vez, que estar firme no es cuestión de perfección, sino de comunión contigo.

Hoy, Señor, camino tomado de tu mano. Con los ojos abiertos, con el alma despierta, y con la fe puesta no en mí… sino en Ti.



martes, 29 de abril de 2025

Proverbios :: La Palabra de Dios nos Aconseja y Corrige para ser Sabios

Cita Bíblica del día de hoy: Proverbios 19:20.

Proverbios 19:20 Reina-Valera 1995.

19 Escucha el consejo y acepta la corrección: así serás sabio en tu vejez.

La Palabra de Dios nos Aconseja y Corrige para ser Sabios.

Si deseamos ser sabios, hay algo muy importante que debemos hacer es: escuchar el consejo y aceptar la corrección. Cuando escuchamos la experiencia y sabiduría de otros, podemos aprender de sus éxitos y fracasos, evitando así, cometer los mismos errores. 

Aceptar la corrección puede ser difícil, pero es parte escénica del crecimiento y madurez. Nuestras propias percepciones y pensamientos son limitados que nos llevan por caminos equivocados. Cuando aceptamos la corrección, identificamos errores y debilidades que podemos mejorar en nuestra vida. 

Lo mismo sucede en nuestra vida espiritual, si somos capaces de recibir el consejo y la corrección de creyentes maduros y firmes en la fe, pero sobre todo, de la Palabra de Dios. “Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, redargüir, para corregir, para instruir en justicia” 2 Timoteo 3:16. 

La Biblia, inspirada por Dios, es la regla de fe y práctica de los hijos de Dios. En ella Dios nos enseña el camino a seguir, pero si nos desviamos, nos redarguye o nos lo hace ver para corregirnos y volvernos al camino de justicia. Un hijo sabio de Dios acepta el consejo y la corrección de Dios en su Palabra, para ser sabio. Yo quiero ser sabio en la Palabra de Dios, Y ¿TÚ?, Te lo dejo de tarea.



El perdón: Una dura prueba





Sin lugar a dudas, una de las cosas más difíciles de ser cristiano es perdonar. ¿Cómo perdonar al amigo que te traiciona, a la novia o novio que te engaña, o al profesor que te humilla ante tus compañeros?

La experiencia de Corrie Ten Boom nos puede ayudar. Corrie creció en un hogar donde las puertas siempre estaban abiertas para atender a la gente necesitada. Por eso, cuando en el año 1940 los nazis invadieron Holanda, su país natal, no pasó mucho tiempo antes de que su casa se convirtiera en un refugio para perseguidos políticos.

A pesar de que arriesgaban sus vidas, los Ten Boom realizaron esta labor humanitaria durante varios años, hasta que un espía los denunció a la Gestapo (la policía secreta nazi). Fue así como el 28 de febrero de 1944, la Gestapo tomó por asalto la casa de los Ten Boom y llevó prisioneros a todos los que se encontraban allí. El padre de Corrie murió a los diez días de haber sido apresado. Betsie, su hermana, murió en el campo de concentración donde ambas fueron recluidas.

El 30 de diciembre de 1944 Corrie fue liberada, y entonces tuvo que enfrentar la prueba más dura: ¿Podría perdonar a los culpables de la muerte de su padre y de su hermana? La respuesta no tardó mucho en llegar.

Poco después de la rendición de Alemania, Holanda fue liberada. Entre los arrestados por crímenes de guerra se encontraba el espía que los había denunciado. Ese hombre era un traidor. Con el fin de engañarla, le había dicho a Corrie que necesitaba ayuda para liberar a su esposa. Ella creyó su historia y le dio dinero. Luego él, al igual que Judas, salió de allí directo a traicionarla. Pero ahora estaba condenado a muerte. ¿Qué hizo ella? Le envió a la prisión una carta que decía: «Recuerde que Jesús murió por usted en la cruz. Si cree en él y desea ser su hijo, será salvo por la eternidad. Yo lo he perdonado. Y Dios también lo perdonará, si usted se lo pide» (Pam Rosewell Moore, Life Lessons from the Hiding Place [Lecciones de vida desde el refugio secreto], p. 116).

Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal. —Mateo 6:12

¿Hay alguien a quien no has podido perdonar? Hoy es un buen día para sacar esa espina de tu corazón.

Dios mío, ayúdame a perdonar a quienes me han hecho mal, de la manera que tú me has perdonado.

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