Señor amado, hoy me levanto con esa mezcla de gratitud y cansancio que a veces no sé ni cómo explicar. Tengo tanto por agradecer… y, al mismo tiempo, hay momentos en que siento que me falta todo. ¿Te ha pasado, Señor? Sé que me entiendes, porque conoces mi corazón como nadie más.
A veces miro a mi alrededor y me invade la idea de que no tengo lo suficiente: no suficiente fuerza, no suficiente tiempo, no suficiente fe. Pero cuando vuelvo a tu Palabra, cuando cierro los ojos y respiro hondo, me acuerdo de algo que lo cambia todo… ¡Tú ya me diste lo que necesito!
Me diste vida. Me diste propósito. Me diste fe. Me diste tu Espíritu. Y sobre todo, me diste a Jesús. ¿Cómo podría pensar que me falta algo, si tengo al Dios del cielo caminando conmigo?
Hoy quiero vivir diferente. No desde la escasez, sino desde la abundancia que viene de ti. No desde la queja, sino desde la confianza. No desde la ansiedad, sino desde la certeza de que si Tú estás en mi barca, aunque se levanten las olas, no me hundo.
Gracias, Señor, por recordarme que no estoy incompleto. Que lo que ya tengo en ti es suficiente para enfrentar este día con esperanza, con fuerza y con fe. Enséñame a valorar lo que Tú pusiste en mí, a usarlo con sabiduría y a dejar de mirar lo que no tengo.
Hoy camino contigo, con el corazón ligero, con los ojos puestos en lo eterno y con la alegría de saber que no me falta nada… aunque a veces lo olvide.

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