Señor, hoy vengo ante ti con un corazón humilde y necesitado. Reconozco que sin ti nada soy, y que tú eres mi fuente de vida, de amor, de paz y de esperanza. Te pido perdón por las veces que te he fallado, que te he olvidado, que te he ofendido. Te pido que me limpies con tu sangre preciosa, y que me restaures con tu gracia infinita.
Señor, no me abandones. Sé que tú eres fiel, y que nunca dejas solo a ninguno de tus hijos. Pero a veces siento que estás lejos, que no me escuchas, que no me respondes. A veces siento que las pruebas son más grandes que mi fe, que las dudas son más fuertes que mi confianza, que los problemas son más pesados que mi ánimo. A veces siento que estoy solo, que nadie me comprende, que nadie me apoya.
Señor, no me abandones. Te necesito más que nunca. Te necesito como el aire que respiro, como el agua que bebo, como el pan que como. Te necesito como el sol que ilumina, como la luna que guía, como la estrella que brilla. Te necesito como el padre que cuida, como el amigo que consuela, como el maestro que enseña.
Señor, no me abandones. Quiero estar contigo, quiero seguirte, quiero servirte. Quiero hacer tu voluntad, quiero cumplir tu propósito, quiero glorificar tu nombre. Quiero amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. Quiero que seas el centro de mi vida, el motivo de mi alegría, la razón de mi existencia.
Señor, no me abandones. Gracias por tu presencia, por tu palabra, por tu espíritu. Gracias por tu bondad, por tu poder, por tu soberanía. Gracias por tu salvación, por tu sanidad, por tu provisión. Gracias por tu paz, por tu gozo, por tu amor. Gracias por todo lo que eres, por todo lo que haces, por todo lo que me das.
Señor, no me abandones. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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