Un viejo vendÃa juguetes en el mercado de Bagdad. Sus compradores, sabiendo que tenÃa la vista muy débil, le pagaban de vez en cuando con monedas falsas.
El viejo, que se daba cuenta del truco, no decÃa nada. En sus oraciones, pedÃa a Dios que perdonase a los que le engañaban.
- Tal vez tengan poco dinero, y quieran comprar regalos a sus hijos - se decÃa.
Pasó el tiempo y el hombre murió. Delante de las puertas del ParaÃso, rezó una vez más:
- ¡Señor! -dijo-. Soy un pecador. Cometà muchos errores, no soy mejor que las monedas falsas que recibÃ. ¡Perdóname!
En este momento se abrieron las puertas y dijo una Voz:
- ¿Perdonar qué? ¿Cómo puedo juzgar a alguien que, en toda su vida, jamás juzgó a los demás?
La historia del vendedor de juguetes en Bagdad refleja valores de compasión, perdón y humildad, que están presentes en la Biblia.
Un relato similar es la parábola del siervo despiadado (Mateo 18:21-35), donde Jesús enseña que debemos perdonar a los demás como Dios nos perdona.
También encontramos la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32), que muestra la misericordia del padre al recibir a su hijo sin juzgarlo, reflejando el amor incondicional de Dios.
Otro pasaje que resuena con esta historia es Mateo 7:1-2, donde Jesús dice: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medÃs, se os medirá." Esto nos recuerda que la verdadera justicia está en la misericordia y el amor.
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