Señor mío, gracias por este nuevo día. No sé qué me espera hoy, pero algo en mi corazón respira con más calma cuando recuerdo que Tú estás ahí, viéndome… no para juzgarme desde lo alto, sino para acompañarme paso a paso, incluso cuando yo mismo me pierdo de vista.
A veces me canso, Dios. Me esfuerzo por hacer las cosas bien, por ser fiel, por mantenerme firme, pero me cuesta. A veces siento que no estoy avanzando. Que lo que hago no cuenta. Que nadie lo nota. Y ahí es cuando me hace bien detenerme, cerrar los ojos y recordar que tú me estás viendo.
Tú ves mi corazón cuando me equivoco, pero también cuando intento corregirme. Tú ves las veces que no me rindo, aunque el mundo no lo celebre. Tú ves las batallas que peleo en silencio, esas que nadie conoce, pero que tú acompañas desde el cielo… y desde dentro de mí.
Hoy no quiero impresionarte, Señor. Solo quiero ser sincero contigo. Quiero caminar este día contigo, con la paz de saber que me miras con amor, que me conoces mejor que yo mismo, y que aun así decides no apartar tus ojos de mí.
Gracias por tu fidelidad. Gracias por no cansarte de mí. Gracias por seguir mirándome incluso cuando yo dejo de mirarte. Ayúdame a vivir este día con propósito, con verdad, y con la tranquilidad de que estoy bajo tu mirada, que no es pesada ni exigente, sino llena de ternura y gracia.
Quédate conmigo hoy, Dios. Y recuérdame —cuando se me olvide— que tú estás aquí, viendo cada paso, cada intento, cada lágrima, cada decisión. Porque eso… eso lo cambia todo.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario